Escrito por:
Dra. Elsa Chen R.
Pediatra
Es un desorden del desarrollo de las funciones del cerebro, que se presenta en algunos niños, caracterizado por alteración de áreas del desarrollo madurativo, como las habilidades para la interacción social, la comunicación, o la presencia de comportamientos estereotipados. Suele manifestarse durante los primeros tres años de edad, y continúa a través de toda la vida. De causa desconocida. Con una incidencia de 2 a 5 casos por cada 10,000 personas, y una frecuencia de tres a cuatro veces mayor en los niños que en las niñas; en personas de todas las razas y clases sociales. Es 50 veces más frecuente en los familiares de los niños afectados que en la población en general.
También denominado autismo infantil precoz, autismo infantil o autismo de Kanner, en honor al pionero de la psiquiatría infantil mundial, Leo Kanner, quien en 1943, publica los primeros 11 casos que habían presentado “tendencia al retraimiento antes de cumplir el año de edad”. Sin embargo, fue el psiquiatra alemán Eugen Bleuler, quien en 1911 introduce el término “autismo” del vocablo griego autos, que significa literalmente ¡limitación al sí propio”, o a sí mismo. Lo común es la imposibilidad de establecer conexiones con las personas y las situaciones.
Se presenta en los primeros meses de vida del niño como un ser no cariñoso, se sonríe tarde o, probablemente, no lo hace. A medida que crece, puede pasar horas y horas jugando solo, con actitud reservada en presencia de otros niños, o con los adultos, e indiferente a los intentos de comunicación. Tiene conductas a manera de rituales y rutinas compulsivas, y la interrupción de éstas puede enojarlo. El contacto visual es mínimo o no existe. Puede balancearse, golpearse la cabeza, rechinar los dientes, tener reacciones reducidas al dolor y a estímulos externos, e incluso, conductas de automutilación.
Hay retraso en el habla. Puede presentarse algún grado de deficiencia mental. En algunos casos, al llegar a la pubertad, presentan crisis convulsivas. La severidad varía grandemente. Así los casos más severos presentan comportamientos repetitivos, auto dañinos y agresivos.
La sola sospecha del cuadro amerita la evaluación de un especialista, Neurología Pediátrica, e instaurar un tratamiento basado en técnicas psicopedagógicas, un análisis conductual aplicado, acompañado de terapia familiar, y la ayuda a base de fármacos, que ayuden a favorecer la interacción social y las habilidades de los pacientitos.
Sin embargo, no hay en la actualidad un tratamiento que lleve a la cura del autismo, pero, el cuidado apropiado puede reducir aquellos comportamientos no deseables.